Mientras las geobrujas estaban dando las indicaciones, mi idea era clara: manifestar mi cuerpo con objetos que representan el peso/influencia que ha tenido el territorio sobre él.
Inmediatamente pensé en mis pies y en todos los lugares que he recorrido y conocido a partir de correr con ellos, así que pensé y utilicé mis playeras de las carreras más bonitas en las que he participado, porque no solo son los territorios que he conocido sino lo que sentí mientras los recorría: la fatiga, desafíos, cansancio, todo con un toque de felicidad endorfinosa.
En mis pantorrillas puse los muñecos que hace y me ha regalado mi mejor amiga porque sus visitas terminan inevitablemente con dolor de pantorrillas por recorrer varias partes de la ciudad en un solo día.
Mis rodillas aún no se chingan a pesar de tanta friega que les he metido, y aguantaron dos semanas de gimnasio, un espacio al que nunca volvería, por eso las puse sólidas como pesas.
Cuando pensé en mis piernas me descubrí entrando a otro tipo de territorio, el de mis complejos e inseguridades. Un territorio áspero que representé con objetos que al pensar en ellos me hacen pensar en mis piernas: los azúcares, las grasas y cremas que compensan un poco esas inseguridades. Mis piernas enemigas amigas.
Conforme iba subiendo, los territorios que han construido mi cuerpo se volvieron más complejos, más políticos y experienciales. Como el caso de mi espacio sexual/reproductor. ¿Cómo representar mi vagina y órganos sexuales sin que sea incómodo? Y ahí caí en cuenta que esa parte de mi cuerpo se ha convertido en una disputa de poder, ¿por qué pienso en no hacer sentir incomodidad cuando es algo normal y me pertenece? Por eso lo representé con el pañuelo verde, simbolo de lucha feminista, de una lucha extensa para que esa parte de mi cuerpo me pertenezca a mí y a nadie más. Además, agregué una concha con el propósito de "incomodar" y de exaltar su presencia.
Mi estómago ha recorrido varios territorios experienciales a través de la comida y las cervezas locales. Por eso puse una alcancía vacía de un cerdo, porque gracias a estos recorridos, mi estómago se ha inflado y mis ahorros vaciado. Pero las experiencias a través de las especias en la comida y bebidas me ha llevado a tejer redes muy fuertes en las mesas con familia, amigos y desconocidos.
En mi caja torácica están mapas de la Ciudad de México, ya que mis pulmones están llenos del aire contaminado de la ciudad y mi cuerpo ha aprendido a vivir con esa cantidad de smog, También hay una copalera porque también hay lugares en la ciudad que le dan una limpia a nuestros pulmones, como en la Magdalena Contreras.
Mis cenos están representados con dos aretes de flores que también me regaló mi mejor amiga, porque con ella, en su primer departamento pude por primera vez andar en pelotas sin prejuicios. Su departamento fue un espacio seguro para mi y mi cuerpo.
De corazón me puse un ámbar, una piedra que aprendí a distinguir y oler cuando trabajé en una joyería en Playa del Carmen. Cuando regresé a vivir a la CDMX en un recorrido por el centro, mi padrino me pidió que eligiera un ámbar de los puestos que antes estaban tendidos a lado de la catedral y me lo regaló.
Mis brazos están representados con utensilios de cocina porque como ellos, son útiles.
Mi cara tiene cápsulas de café usadas porque le atribuyo al café que mis ojos se abran por las mañanas. Mi boca es una flor de lavanda que he cultivado en mi patio y mi cerebro está lleno de cráneos de colores que he recogido en otros recorridos y constantemente pienso en qué otros territorios recorreré cuando mis pensamientos se apaguen.
Finalmente, todos estos territorios corporales representados por objetos, están cubiertos de luz porque quizá solo hable de lo bonito y bueno, pero también hay oscuridad en cada uno de los objetos, por lo que la luz habla de mi visión positiva de la vida. Porque sí, los territorios marcan nuestros cuerpos de ambas maneras pero en lo personal, muy muy personal, no me gustaría que se oscureciecen esas experiencias (aunque es inevitable).
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