Música: El Fin del Mundo- San Pascualito Rey
Estoy en un cuarto con luz amarilla emitida por un foco colgado de unos cables de luz que salen de en medio del techo de la habitación. Las paredes son de ladrillo de arena y cal y el piso de cemento pulido. Hay pocos muebles y estoy con una cortina de estambre de colores en las manos, estoy preocupada porque los cortineros son demasiado grandes para la cortina, no va a cubrir toda la ventana, además ¿cortina de estambre? ¿y esos colores? No importa, tengo que arreglar ese espacio, tengo que cubrir la ventana que tiene gotas de cemento, tiene que tapar la vista vecina de las casas en obra negra. Aquí hay fotos de niños, las pondré junto a la cortina de estambre para que decoren, que se vea habitable.
En el cuarto de junto escucho a alguien desesperado, queriendo escapar de casas en obra negra. Empaca cosas enojado, desesperado por salir, sin voltearme a ver a los ojos, evitando que pueda ver su cara. Le digo con la voz más agradable y despreocupada que tengo: -Quedó listo el espacio cerca de ventana. Las cortinas no cubrieron toda la ventana pero pondré a (nombre de niño) a comer en ese espacio-. Espero a que me responda y que, en su respuesta, me diga qué está haciendo...
-¿Cómo va a comer ahí? ¡Por eso tenemos mesa!- contestó fastidiado. -Bueno, ok. Pero, ¿qué haces? ¿A dónde vas? ¿Me vas a dejar?- contesto desesperada porque no siento ninguna conexión comunicativa entre él y yo. -¡Dime por qué te vas! Si es por la renta, en cuanto termine la cuarentena me pongo a trabajar, pero ahora no tengo nada que ofrecer, no me contratan en ningún lado. Solo te pido que me esperes hasta que termine la cuarentena. ¡Por favor!-
El cuarto ya casi está vacío, solo estan algunos muebles y encima de ellos, las maletas que llena, -No es eso...- contesta. -Entonces ¿qué es? ¡DIME! ¿Soy yo?- Mientras le pregunto, sé perfectamente que es por la vida miserable que llevabamos, porque yo no tengo empleo, porque el cuarto tiene ese color amarillo miserable y huele a tierra de construcción. Porque la cortina de estambre no cubre la vista del vecindarío, de la gente chancluda y de las montañas de grava y tierra. Pero no me lo va a decir, es un cobarde, como la mayoría de los hombres, ni mirarme a los ojos puede.
-¿Cómo va a comer ahí? ¡Por eso tenemos mesa!- contestó fastidiado. -Bueno, ok. Pero, ¿qué haces? ¿A dónde vas? ¿Me vas a dejar?- contesto desesperada porque no siento ninguna conexión comunicativa entre él y yo. -¡Dime por qué te vas! Si es por la renta, en cuanto termine la cuarentena me pongo a trabajar, pero ahora no tengo nada que ofrecer, no me contratan en ningún lado. Solo te pido que me esperes hasta que termine la cuarentena. ¡Por favor!-
El cuarto ya casi está vacío, solo estan algunos muebles y encima de ellos, las maletas que llena, -No es eso...- contesta. -Entonces ¿qué es? ¡DIME! ¿Soy yo?- Mientras le pregunto, sé perfectamente que es por la vida miserable que llevabamos, porque yo no tengo empleo, porque el cuarto tiene ese color amarillo miserable y huele a tierra de construcción. Porque la cortina de estambre no cubre la vista del vecindarío, de la gente chancluda y de las montañas de grava y tierra. Pero no me lo va a decir, es un cobarde, como la mayoría de los hombres, ni mirarme a los ojos puede.
-Es porque no cuidaste el carro, porque lo rayaste y bien pudiste venderlo para no tener que preocuparnos por dinero en estos días. No es mi culpa que no hayas puesto el freno de mano. ¡Ese carro valía muchísimo! ¡Tenía pinches placas de auto antiguo!- Le vuelvo a reclamar miestras él sigue guardando su ropa, callado, ocultando su cara para no tener contacto visual conmigo, y yo, recuerdo con coraje y nostalgía el color menta del carro y los rasguños marcados después de que se estrellara con una casa pequeña de ladrillo en medio del desierto cuando les tomaba fotos durante el atardecer. El sol era tan grande y rojo, como nunca lo había visto.