Hice que esta carrera fuera increíble, como lo he escrito en mis otras redes sociales, el Medio Maratón de Nike Women marcó el fin de mi mala racha. Nunca había estado tan orgullosa de mí, sobre todo por todo el drama que he traído estos últimos meses: problemas con la Universidad, con mi equipo de tocho, con mi salud y sobre todo, con mi forma de enfrentar las cosas. Ésto último es precisamente lo que necesito cambiar y ayer demostré que aunque no es fácil (nada, nada fácil), lo puedo hacer. Esta es la historia:
Sábado. Entrega de paquetes.
Fuimos al WTC a recoger mi kit de corredora. Cuando llegué, había una fila larga, pero era para la entrega del kit del NTC Tour (no para el de la carrera), así que fui una de las primeras en pasar por el kit de corredora y en punto de las 8:30 am abrieron. ¡Vaya puntualidad! Tuve un problema con mi número pero al parecer no fui la única y se resolvió rápido. Fuimos a dar la vuelta para ver qué era lo que había en el evento que siempre es tan agradable. No había mucho, encontré mi nombre en la lona, me tomé foto y el evento de NTC Tour se unió con la entrega de paquetes, obviamente no podías participar sin antes haberte registrado pero ver el show fue impactante, hasta me dieron ganas de meterme. Lo mejor de todo el Medio Maratón fue la música, y creo que estaban ocupando a mi amado Spotify porque el día de la carrera, a un kilómetro de la meta, estaba la zona de música con lonas de Spotify.
Después de recoger el paquete, fuimos a desayunar a ihop. Pensamos que iba a ser como en las otras entregas de paquetes: iba a estar lleno e íbamos a tener que esperar una eternidad pero, como comenzamos nuestro día con el pie derecho, no había nada de gente y desayunamos muy a gusto. En esta ocasión, no pedí omelette y pude acabar con todo lo que me sirvieron en el plato.
Después de nuestro rico desayuno que sólo ihop sabe servir, nos dirigimos a Santa Fe para pasar al super de Patio Santa Fe y comprar las naranjas que me tocaba llevar para el tocho. La experiencia de las naranjas es algo que no tenemos que pasar por alto, como obviamente iba a estar toda la mañana fuera de mi casa, no me iba a dar tiempo de comprar las dichosas naranjas y mucho menos, cortarlas en cuatro. Pero, ¿qué mejor lugar para hacer eso que en un Wall Mart? Compramos las naranjas y le pedimos al chico de las frutas que nos las partiera en cuatro, el chico fue tan amable que ni siquiera acepto propina (obvio, tienen prohibido aceptar) y nos las acomodó en dos charolas de unicel y envueltas con papel plástico (¿así se llama?), obvio, eso no es nada amigable con el ambiente pero a ellos lo único que les importa es la calidad. (Después del super, hay una laguna mental de la que sólo recuerdo perros y gatos).
Cuando llegamos al partido en el campo de The American School Fundation, me sorprendieron sus instalaciones y sobre todo, el campo. El mejor en el que he jugado, súper planito y con pasto sintético, ¡súper padre! Perdimos pero, como el juego pasado me traían corriendo a lo pendejo porque nunca me lanzaron nada, en este partido iba con la mentalidad de llevármela tranquila para no lesionarme ni quemarme. Y obvio, no hubo necesidad de esforzarme porque tampoco me tiraron pases e iba toda contenta pensando en lo que pasaría en mi carrera del domingo. Lastima de campo pero, ¿qué podía hacer? Repartimos las naranjas al final del partido, se sorprendieron de que vinieran envueltas y a todos les gustaron mucho, se acabaron todas en un ratito y al final, el Coach me dijo que como mis naranjas estaban muy buenas (sin albur) me iba a hacer cargo de llevarlas siempre, obvio, nos reímos.
Después de la experiencia de jugar con un equipo que se entendía en otro idioma, fuimos a comer con Eric. Como ya es mi ritual, comer en Pizzas Piccolo antes de una carrera me da mucha suerte. Pedí un espagueti a la boloñesa, ¡yumi! Mientras esperamos, platicábamos y comíamos tuve tiempo para ver mi paquete de corredora el cual, contenía mi playera (por supuesto), un termo (otro más), una buff, una revista edición especial que me vino como anillo al dedo por los artículos que trae, mi número de competidor, un powerade, y otros papeles. Lo más divino fue la bolsita coqueta en la que venía todo, la amo.
Llegamos a casa de Rubén y arreglé mis cosas para el día siguiente, toda emocionada porque no sabía qué iba a ser de mí en esta carrera. Más que nada, tenía miedo al no saber si mi cuerpo iba a cooperar conmigo porque, pese a mis intentos fallidos (fallidos porque los días que fui a entrenar no pude correr más de 5k), no tuve tiempo de establecer una conexión con él o por lo menos ponernos de acuerdo para saber cómo podríamos trabajar juntos, nada. No sabía nada de nada, tenía miedo.
Caí rendida y no desperté hasta el día siguiente.
Domingo. Día de la carrera.
El despertador sonó sólo una vez, me levanté, me bañé. Estaba tranquila, me arreglé, me equipé, escribí mis datos y número de emergencia al reverso de mi número de corredora, acomodé mi celular junto con mi tarjeta universal del DF y mi INE. Estaba lista por si me pasaba algo durante la carrera.
Ignoré todo el tiempo que pude el hecho de que moría de miedo: la presión social, mi salud, mi condición de 5 putos kilómetros, mi estúpida mentalidad de mierda. Todo jugaba en mi contra.
Para relajarme un poco, le dije a Rubén que no quería salir en el bloque del club, que estaba bien el bloque que me había puesto cuando me inscribió, con ese me conformaba y así podía pasar desapercibida. Un pesó menos de encima.
Fue todo muy rápido, a las 6:30 de la mañana yo ya estaba en mi bloque de salida, tratando de estirar al rededor de 5 mil mujeres, y a pesar de que no quise salir hasta adelante con los del club, quedé muy cerca de la salida. Me invadieron los nervios, pero los ignoraba con pensamientos como: es tu oportunidad para demostrarles a todos que puedes hacer las cosas bien, tienes que terminar. Una de las cosas que más me motivaron, fue una grabación (de voz) que pusieron después del himno nacional y antes de la cuenta regresiva, se trataba de una chica que era justo como yo. Me hizo recordar el vídeo que está circulando como comercial en YouTube, vi la serie completa de vídeos de 55 segundos cada uno, están chistosos, me encantaron porque son súper motivadores y creo que para que algo te motive tienes que identificarte y yo me identifico, sobre todo con el de: and then, they want you to know that you made a horrible, horrible mistake. Too late, legs. We do yoga now. Estuve recordando los vídeos y las frases en los momentos en los que me sentía así. Sobre todo, le decía a mis piernas: too late, legs. We are already here. (La serie de vídeos se llama Better fot it).
Comenzó la cuenta regresiva, yo estaba gritando números a todo pulmón, con ganas de llorar de los nervios. Disparo de salida, inicia Nike +, inicia tu reloj, inician pensamientos positivos: te faltan 21 kilómetros por recorrer.
En la revista edición especial que nos dieron en el kit, había un artículo titulado 'Meditación en Movimiento', que trata de la experiencia de una bloguera australiana, Carolyn Tate, al tratar de relacionar la meditación con correr para destruir la 'mente de simio' que la mayoría de los corredores tenemos y es "cuando una mente indisciplinada salta de un pensamiento a otro pues es como un mono saltando de un árbol a otro". Gracias a este artículo, me animé a no hacer ninguna lista de reproducción y tratar de estar en contacto con el ambiente y con mi cuerpo. Creo que fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado porque los primeros seis kilómetros sí me los aventé con música, una lista de reproducción que hice con el Genius de la canción How Do I Know, o sea, música tranquilita, pero cuando entré a Chapultepec, me quité la música y traté de hacer esa conexión: funcionó perfecto.
Los primeros seis kilómetros fueron los kilómetros más difíciles de mi vida, llego el punto en donde me dije, -cuando salga de la primera sección de Chapultepec, me voy a ir a Reforma para agarrar una bici y regresárme y no volver nunca-, porque sabía que cuando entrara a la segunda sección de Chapultepec, ya no habría vuelta atrás y tendría que aventarme todo hasta la tercera sección y de regreso, o sea, terminar la carrera. Pues pudo más mis ganas de cambiar que cualquier otra cosa y me dije, -¿esto es lo que vas a hacer siempre, huir de los retos? ¿Vas renunciar otra vez?- Y mi respuesta fue, -yo no me salgo de esta carrera si no es porque una ambulancia me recoge. Voy a llevarme hasta las últimas consecuencias y sólo me saldré de la carrera si me da un paro cardíaco. Fin.- Me quité los audífonos, y traté de concentrarme en mi pisada. Otra de las cosas que me sirvió del artículo fue concentrarme en sólo sentir pero no pensar en cómo me siento, porque si piensas en como te sientes, te desgastas más, así que sólo me sentí pero no lo pensé. ¡Vaya remedio! La segunda y tercera sección fueron los kilómetros más pesados pues, todo era en subida pero, no sé de dónde demonios saqué energía y los subí como si nada. Sentí mis piernas pesadas pero sólo me repetía, -es que están trabajando, déjalas-. Seguí y seguí, y cuando vi, llevaba 10k y 500 metros para terminar las subidas. Hablé otra vez conmigo, -no te presiones, estabilizate, get your fucking self together y déjate de puterias, puedes hacerlo. Así que o te putas madres regulas, o te regulas.- Caminé los últimos 500 metros de la pendiente porque me empezaba a sentir mal pero después de eso, supe que lo había logrado, supe que iba a terminar, supe que me había vencido a mí misma, supe que iba bien. Los demás kilómetros fueron de bajada y me fue más fácil llegar a la meta.
En el kilómetro 19, estaban mis compañeros del Nike Run Club y recuerdo con cariño cómo Sergio corrió conmigo unos cuantos metros y después, todos me empezaron a gritar, -¡Vamos, Moni! ¡Vas bien! ¡Ya casi terminas!-.
Los demás kilómetros son historia. Llegué a la meta con la esperanza de que la gente se emocionara al verme cerrar. No fue así, sólo yo me emocioné. Debo de admitir que me paré en la Estela de Luz para poner una canción inspiradora, la mejor que me encontré fue la de Time to Pretend de MGNT, no es la canción más prendida del mundo pero no buscaba eso, buscaba música inspiradora y que me hiciera llegar a la meta con un buen sabor de boca. Lo logré.
En la meta estaba el Coach Fer, nos abrazamos y me preguntó cómo me había ido, lo primero que salió de mi boca fue -no entrené como debía-. Me dijo un par de cosas y después me fui a recoger mi kit de recuperación el cual, contenía una toalla mojada que fue súper conveniente para el calor que tenía, me la puse sobre la cabeza mientras recogía mis cosas. Al final me reuní con Rubén y lloré porque no me la podía creer, no me podía creer que había terminado con un buen tiempo (no el mejor, pero uno muy bueno).
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Mientras corría, Martha me sacó esta foto y está genial. |
Mi cara de esfuerzo cuando llegué a la meta |
Let's do it again
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