Sin
saber cómo, Jane se encontró en un cuarto, descalza y usando un camisón blanco.
El cuarto no tenía ventanas pero tenía una puerta que parecía pesada. La
habitación era alumbrada desde una de
las esquina por un foco blanco que de vez en cuando parpadeaba.
Jane
estaba sentada en el suelo, con la cabeza entre las rodillas y su largo cabello
café le cubría la cara. Cuando se descubrió dentro de un cuarto que no conocía,
se levantó y trató de encontrar alguna salida palpando las paredes y forcejeando
la pesada puerta. Sus intentos fueron llevados de la manera más tranquila que
me pude imaginar, podría decirse que la búsqueda de una salida era sólo por
instinto.
Cuando
desertó, volvió a sentarse sobre el suelo húmedo y lodoso, observando el otro
extremo del cuarto donde había abierto los ojos.
Vagamente
intentó recordar la última cosa que hizo pero sus pensamientos se fueron
convirtiendo en una cadena de recuerdos y razonamientos, por lo que decidió
dejar de pensar:
“¿Dónde
estoy? El último recuerdo que tengo. Tengo que recordar como llegué aquí, si no
es un sueño ¿cómo podría averiguarlo? Mi profesor de filosofía citaba a
Descartes para comprobar la existencia o, ¿era la realidad? La existencia es
parte de la realidad. No, alguien puede existir en la imaginación o en los
sueños y no ser parte de la realidad. No existiría en la realidad de los demás,
pero en mi realidad sí. Pero tristemente
lo que pensamos no es real.
La realidad es parte de
la existencia.
Pensar
no me está funcionando, necesito recordar. ¿Recordar qué? Cómo llegué aquí.
Esto es una clase de tortura. Tengo metidas en la cabeza palabras que navegan entre otros recuerdos y, disparan luz sobre
ellos para que brillen entre la oscuridad que es el olvido.
La
sensación de esos recuerdos destellantes hace que no quiera recordar.”
Jane
se peinó el cabello al mismo tiempo que lo acomodaba para descubrir su cara.
Fue
entonces cuando me acerqué, la tomé de las manos y la atraje hacía mi para que
se levantara. Le pedí que me dijera qué
era lo que sucedía, por qué nos tenía encerrados en ese cuarto y por qué no nos
dejaba salir.
Jane
retiró sus manos de entre las mías, me vio a los ojos pidiendo con los suyos
que retractara mi petición. Seguí esperando respuesta, frunció el ceño y empezó
a hablar.
-Tú
eres el que nos tiene encerrados, tú eres el creador de estos recuerdos que
clavaste en mi cabeza, tú me diste ese camisón y me tienes aquí descalza entre
la humedad y el lodo - Mientras decía todo esto, me empujaba y guerreaba
poniendo sus manos sobre mi pecho. - Déjame ir, quita esos recuerdos fluorescentes
y déjame ir.-
La
tomé de los brazos para que dejara de pegarme. Cuando lo hice, comenzó a llorar
y sus cabellos cafés volvieron a cubrir su cara. Esto no era lo que esperaba,
no deseaba que esto fuera así. Respondí:
-Gracias
a ti, estoy encerrado de nuevo. Tú eres la
causa. Pensarte me trae a estos lugares inexistibles ¿crees que quiero estar
atado a un montón de palabras que terminaran siendo nada para los dos? Eres tú,
cuando pienso en esas líneas tuyas que hacen juego con tu nombre y tu cabello café,
me traen a lugares inhóspitos como este. Quiero dejar de pensarte, sentirme a
salvo y confiado cuando estoy contigo. Quiero dejar de escribirte.-
Jane
alzó la cara para poder verme. Y entre su cabello, pude ver sus ojos llorosos y
asustados, no esperaba que le diera esa respuesta. Su mirada se fue suavizando
conforme la larga cadena de pensamientos avanzaba. Miró hacia otro lado y aun
con sus brazos entre mis manos, me dijo:
-Será
lo mejor para los dos. Qué mejor lugar que este para darle punto final a nuestra
relación. Tendrás que ser valiente por los dos y dejar que los escritos sigan
su curso. No quiero que me vulvas a buscar, no puedo ser todo para ti.-
Cuando
termino de decir esto, hice un largo silencio esperando que se retractara. Nos
dimos un abrazo y no volví a escribir sobre ella.
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